- Mª Cayetana Martínez Navarro
La aparición de una deuda desconocida tras la aceptación de una herencia permite su anulación.

Nuestro Código Civil del año 1889 establece que hay dos formas de aceptar una herencia: pura y simplemente o a beneficio de inventario.
Aceptar una herencia de forma pura y simple supone convertirse en heredero de todos los bienes del fallecido, pero también en responsable de las deudas que este hubiera contraído con carácter previo a su muerte.
En cambio, la aceptación de una herencia a beneficio de inventario implica aceptarla bajo condición de que las deudas no superen los derechos de la herencia. Se aceptan los bienes y derechos que subsistan en la herencia una vez deducidas las deudas.
Realizada la aceptación de una herencia, esta es, en principio, irrevocable.
Expuesto lo anterior, debemos analizar el reciente supuesto enjuiciado por nuestro Tribunal Supremo, en su STS de 15 de marzo de 2021.
En este caso, tras ser aceptada pura y simplemente la herencia por el heredero, aparece una gran deuda pendiente del fallecido. Esta deuda era tan grande que no podía cubrirse con todo el activo de la herencia; en concreto, ascendía a la cantidad de 1.180.000 euros.

Dejando a un lado todo el iter procesal, ante este escenario, la vía seguida por el heredero se ha centrado en esgrimir un error en el consentimiento invalidante de la aceptación de la herencia. Se trata de una “excusa” que se usa con poca frecuencia en esta materia y que exige una buena fundamentación, además del respeto de unos plazos, pero finalmente ha sido apreciado por el Tribunal Supremo, que ha entendido que el heredero, quien ignoraba la existencia de la deuda, si "hubiese conocido las condiciones del asunto, no lo habría aceptado". Una falta de información que es "determinante" y demuestra que su destinatario aceptó por error. Si no, tendría que pagar una cifra que va "más allá del valor de los bienes recibidos y de sus propios bienes".
Si profundizamos en la trascendencia de este reciente pronunciamiento, la línea clara que antes separaba las dos formas de aceptación, –y que implicaba que quien aceptaba pura y simplemente, lo hacía aceptando las consecuencias negativas que ello pudiera conllevar–, comienza a difuminarse.